"Asociación con Jesús"
Sábado 25 de Marzo del 2011
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Isaías 64; Romanos 3:21-31; 4:1-7; 6:1-13; Filipenses 3:3-16.
PARA MEMORIZAR:
“Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos” (Romanos 4:7)
“CRISTO ES EL SUSTITUTO Y LA GARANTÍA DEL PECADOR. Él obedeció la Ley en lugar del pecador, para que este crea en él y crezca en todas las cosas hasta la plena estatura de un hombre en Cristo Jesús, y así sea completo en él. Cristo hizo la reconciliación por los pecados y cargó toda su ignominia, oprobio y castigo; y, mientras cargaba el pecado, trajo la justicia eterna, para que el creyente esté sin mancha ante Dios. Un día se preguntará: ‘¿Quién acusará a los elegidos de Dios?’, y la respuesta será: ‘Es Cristo el que murió, y también el que resucitó’. Aquel que tiene el manto inmaculado de justicia, tejido en el telar del cielo, en el cual no hay ni un solo hilo que la humanidad pecaminosa pueda reclamar, está a la diestra de Dios, para vestir a sus hijos creyentes con la ropa perfecta de su justicia. Los salvos en el Reino de Dios no tendrán nada de qué jactarse; la alabanza y la gloria todas volverán a Dios, el Dador de la salvación” (Youth’s Instructor, 6 de diciembre de 1894). Nota las imágenes: un manto inmaculado de justicia, tejido en el telar del cielo y sin un solo hilo humano en él. Qué imagen maravillosa de la justicia de Jesús, que cubre a todo los salvos en su Reino.
Domingo 27 de marzo
MIRANDO EN EL ESPEJO
Los policías de tres patrulleros siguieron a una mujer que conducía un vehículo y la obligaron a salir de la ruta. Se acercaron con sus armas en la mano. La mujer estaba horrorizada al bajar, con los brazos en alto.
–¿Qué hice? –dijo ella, temblando.
Ellos le pidieron sus documentos, y pronto todos se relajaron y bajaron las armas.
–Por favor, ¿qué hice de malo? ¿Por qué me hicieron detener? –clamó ella.
–Bueno –dijo uno de los oficiales–, la vimos manejar alocadamente y haciendo gestos obscenos a los demás conductores.
–Y ¿por eso me detienen con sus armas en la mano?
–No, señora, es que vimos en el parachoques trasero algunos símbolos del cristianismo, y supusimos que el auto era robado.
Esta historia ilustra un punto triste: no todos los cristianos, o los que profesan a Cristo, viven a la altura de su fe. Algunos lo hacen mejor que otros, pero todos quedamos cortos. ¿Qué cristiano, al mirarse en el espejo, ve el rostro de alguien que refleja perfectamente el carácter de Jesús? ¿Qué cristiano, no importa cuán fiel sea, al mirarse en el espejo, puede pretender alguna clase de justicia para sí mismo? ¿Qué cristiano, si se observa en el espejo, no se horroriza por lo que él sabe que yace bajo la superficie?
Lee Isaías 64. ¿Qué mensaje se proclama allí? ¿Qué imágenes relacionadas con la vestimenta describen la justicia humana, y qué significa eso? ¿Qué esperanza se presenta, también, en este capítulo?
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La frase “trapos de inmundicia” significa una ropa manchada por la menstruación. ¿Qué imagen más poderosa podría dar la Biblia para describir la justicia humana después de la caída? Pablo retoma este tema en Romanos 3, donde se afirma que tanto los judíos como los gentiles están en la misma posición ante Dios: pecadores, que necesitan la gracia divina. Isaías 64 puede considerarse como un precursor, del Antiguo Testamento, de Romanos 3, que señala nuestro dilema como pecadores, pero nos deja una esperanza.
¿Cuándo fue la última vez que te miraste a ti mismo, tus pensamientos, tus motivos interiores y tus deseos? ¿Qué viste? ¿Cuán atemorizadora fue esa visión? ¿Cuál es tu única esperanza?
Lunes 28 de marzo
JUSTICIA IMPUTADA
No hay dudas: cualquier cristiano honesto que se mire a sí mismo, en contraste con la justicia de Dios como fue revelada por medio de Cristo, verá algo muy atemorizador. No hay mucho allí que nos recomiende ante Dios. De hecho, no hay absolutamente nada fuera de “trapos de inmundicia”.
Entonces, ¿qué esperanza tenemos? Una gran esperanza, realmente, y el término teológico para esa esperanza es justicia imputada. ¿Qué significa esto? Muy sencillamente, es la justicia perfecta de Jesús, “tejida en el telar del cielo” y que nos fue otorgada por fe. “Justicia imputada” significa la sustitución de su vida sin pecado por nuestra vida pecaminosa. Se nos acredita, desde fuera de nosotros, y nos cubre completamente. A los ojos de Dios, es como si nunca hubiésemos pecado, como si siempre hubiéramos sido completamente obedientes a los mandatos de Dios, como si fuéramos tan santos y justos como Jesús mismo.
Lee Romanos 4:1 al 7. ¿De qué modo la confianza de Abraham en Dios ilustra la justicia imputada?
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Pablo dijo, en Romanos 4:2, que si Abraham hubiera sido justificado por obras, podría haberse jactado. Sin embargo, creyó a Dios y, por lo tanto, fue contado como justo. Jesús nos invita a ir a él creyendo sencillamente, aunque somos pecadores, y él nos proveerá su manto de perfección, la perfecta justicia que él vivió en su vida mientras estuvo en la carne. Eso se conoce como “justicia imputada”, y es la única solución al dilema que tan gráficamente está descrito en Isaías 64 y en Romanos 3.
Imagínatelo de este modo: Jesús te quita tus vestidos viejos y manchados, tus trapos inmundos, y te envuelve con el manto de su justicia perfecta, su perfecta santidad, su registro de obediencia perfecta. Te rodea con él y luego te susurra al oído: “Ahora eres perfecto. Te he dado mi perfección. Por favor, usa este manto, y no te apartes de él”.
¿Cuál es el mayor regalo que alguien te ha hecho? ¿Cómo te hizo sentir ese regalo, especialmente si no hiciste nada para merecerlo? ¿Cuánto más agradecidos deberíamos estar, entonces, por el regalo de la justicia de Jesús, que él nos ofrece?
Martes 29 de marzo
SIN LA LEY
Un predicador declaró ante su congregación: “Jesucristo cambió mi vida. Soy una persona nueva y diferente de lo que era antes.
“Sin embargo, después de 25 años de ser cristiano, una verdad que mi experiencia me ha enseñado –una experiencia probada por la Palabra de Dios– es que si al fin soy salvo, si en verdad ‘persevero hasta el fin’ y llego al Reino de Dios, no tengo dudas de que será solamente porque estoy cubierto por el manto de la justicia de Cristo, tejido en el telar del cielo y que me cubre completamente. Puedo vencer el pecado, y por la gracia de Dios he tenido muchas victorias; puedo vencer los defectos de carácter, y por la gracia de Dios lo he hecho; y puedo aprender a amar a toda clase de personas, aun a mis enemigos, y por la gracia de Dios estoy aprendiendo a hacerlo.
“Habiendo dicho todo esto, yo sé que nada de eso es suficientemente bueno. A menos que esté cubierto por la justicia de Jesús, que me es acreditada por fe aparte de mi obediencia a la Ley, al fin de los mil años, podrán ustedes estar sobre el muro de la Santa Ciudad, mirándome allá abajo, porque no estaré entre ustedes. No podré estar allí con ustedes”.
Lee Romanos 3:21 al 31. ¿Qué quiere decir Pablo aquí, y de qué manera las ideas presentadas en esos versículos reflejan lo que el predicador dijo arriba?
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Aunque Pablo hablaba a un grupo específico con un problema específico, su punto es relevante para todos: judíos y gentiles. Hoy, para los que creemos en la perpetuidad de la Ley, es muy importante. La justicia nos salva, necesitamos que nos cubra como un vestido; es una justicia que se ha manifestado “sin la ley”. Es decir, es la justicia de Jesús, que nos trae “la redención que es en Cristo Jesús”. La redención está en él, no en nosotros o en nuestra obediencia a la Ley, y esta redención llega a ser nuestra por la fe.
¿Cuál ha sido tu experiencia con la observancia de la Ley? ¿Has sentido, alguna vez, que tus mejores esfuerzos por obedecer te estaban haciendo justo ante Dios? ¿Qué implicaciones tiene tu respuesta? Lleva tu respuesta a la clase el sábado y defiende tu posición.
Miércoles 30 de marzo
LA ROPA HACE AL HOMBRE
Un autor escribió un relato breve acerca de dos ladrones que trataban de cometer un asalto. El plan era que uno de ellos se vestiría con un uniforme de policía y estaría frente al lugar que robarían. Estando él allí, nadie sospecharía nada mientras su compañero realizaba el asalto. Sin embargo, la historia terminó con el otro socio, también vestido de policía, arrestando al primero. ¡Vestido como policía, comenzó a actuar como uno de ellos!
Este relato tiene un punto relevante para nuestro tema. Por fe, estamos cubiertos por la justicia de Cristo, su “manto de justicia”. Hemos nacido de nuevo y tenemos una vida nueva en Cristo. Entonces, nuestras vidas reflejarán la ropa que vestimos.
Al recibir el manto de la justicia de Cristo, hemos hecho un compromiso total de permitir que él obre sus atributos de carácter en nuestras vidas. Estamos totalmente justificados por la gracia, la obra de un momento, y también se nos ha dado el poder para obedecer, que fue asimilado con el tiempo y forjado durante una vida entera. ¿Por qué pediremos más? “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13). Ciertamente, esto significaría el poder de obedecer su Ley.
Lee Romanos 6:1 al 13. ¿Qué enseñan estos textos acerca de la clase de vida que hemos de vivir, ahora que estamos cubiertos, “vestidos”, por la justicia de Jesús?
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Pablo, aquí, es muy claro acerca del impacto radical, que cambia la vida, que le sucederá a alguien que ha sido “crucificado” con Jesús. Nota las imágenes de vida y muerte aquí; no hay nada a medias. Nuestro viejo ser, la persona vestida de trapos inmundos, ha muerto; nació una persona nueva, vestida con la justicia de Jesús, una justicia que se manifiesta de tal modo que ahora podemos caminar “en novedad de vida”. Esta novedad significa que ya no permitiremos más que el pecado reine en nosotros. Se nos han dado muchas promesas de victoria; la pregunta es: ¿las reclamaremos para nosotros mismos?
¿Qué aspectos de tu vida normal revelan la realidad de tu experiencia con Dios? ¿Con qué áreas estás luchando? ¿Cómo puedes hacer la elección diaria de morir al yo y vivir la nueva vida en Cristo, que él nos ofrece?
Jueves 31 de marzo
LA GRACIA BARATA Y EL LEGALISMO
En toda la Biblia, los escritores inspirados enfatizaron la necesidad de obedecer. Pensar que no importa lo que hagamos si Cristo vive en nuestro corazón es falso; pues, si Cristo vive en nuestro corazón, el resultado serán las buenas acciones. Tampoco debemos pensar que podemos ser salvos por nuestras propias obras de obediencia.
Pablo describió su vida antes de encontrarse con Jesús: circuncidado al octavo día, descendiente de Israel, fariseo, celoso y sin faltas. Eso es legalismo. Después de su conversión llamó basura a todas esas cosas comparadas con conocer a Cristo. Obtuvo la justicia al aceptar la justicia de Cristo, y quiso ser igual a él.
Lee Filipenses 3:3 al 16. ¿Cómo expresa Pablo la verdad de la salvación por la fe y qué significa en la vida del que fue salvado?
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Teológicamente, la justicia imputada de Cristo –la justicia que nos justifica– es distinta de la obra del Espíritu Santo que nos transforma. Pero, nunca debemos separarlas. Necesitamos ambas tareas. Tener la primera sin la segunda es como tener una moneda con un solo lado, y eso no existe.
Comprender que la obediencia viene como un regalo nos impide caer en la gracia barata o en el legalismo. Primero, creeremos en la importancia de obedecer; y segundo, nuestra obediencia no será meritoria, porque es un regalo. Dependemos de Cristo para obedecer la Ley y ser santificados, y para ser justificados y perdonados. Dios no solo está dispuesto a justificarnos sino también desea darnos la victoria sobre el pecado y el yo. Depende de nuestra voluntad. ¿Estás dispuesto a entregarle diariamente el yo a fin de “conocerle [a Cristo], y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte” (Filipenses 3:10)?
Lee de nuevo los textos elegidos para hoy. ¿Dónde ves la realidad de la libre voluntad humana? ¿Qué quiere decir Pablo, en el versículo 16, cuando exhorta “vivamos de acuerdo con lo que ya hemos alcanzado” (NVI)? ¿Qué elecciones puedes hacer que te permitirán lograr precisamente eso?
Viernes 1’ de abril
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: Lee “La prueba”, Joyas de los testimonios, t. 1, pp. 478, 479; “La justicia por la fe”, Obreros evangélicos, p. 169; “Fe y aceptación”, El camino a Cristo, pp. 49-55.
“La Ley requiere justicia, una vida justa, un carácter perfecto; y esto no lo tenía el hombre para darlo. No puede satisfacer los requerimientos de la santa Ley de Dios. Pero Cristo, viniendo a la tierra como hombre, vivió una vida santa y desarrolló un carácter perfecto. Ofrece estos como don gratuito a todos los que quieran recibirlos. Su vida reemplaza la vida de los hombres. Así tienen remisión de los pecados pasados, por la paciencia de Dios. Más que esto, Cristo imparte a los hombres atributos de Dios. Edifica el carácter humano a la semejanza del carácter divino y produce una hermosa obra espiritualmente fuerte y bella. Así, la misma justicia de la Ley se cumple en el que cree en Cristo. Dios puede ser ‘justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús’ (Romanos 3:26)” (El Deseado de todas las gentes, pp. 710, 711).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
Lee otra vez la cita de Elena de White provista para el sábado. Escribe una paráfrasis de lo que ella está queriendo decir, y llévala a la clase el sábado. Escucha las versiones de los demás alumnos y comparte la tuya. ¿Cuáles son los puntos principales que surgen?
En la clase, analicen las respuestas que dieron a la pregunta final de la sección del martes.
Cuando nos ponemos el manto de la justicia de Cristo, “mirando [...] la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen” (ver 2 Corintios 3:18). Describe qué significa “mirando... la gloria del Señor”.
A lo largo de los años, algunos feligreses han luchado con el tema de la seguridad de la salvación. ¿Cómo hemos de entender lo que significa tener esta seguridad? ¿Dónde se encuentra esa seguridad? ¿De qué modo la imagen de un manto de justicia tejido “en el telar del cielo”, sin un hilo de fabricación humana, nos ayuda a comprender de dónde viene nuestra seguridad? ¿Cómo podemos saber si es ser presuntuoso tener esta seguridad?
¿Por qué es tan importante mantener una distinción teológica entre lo que Cristo ha hecho por nosotros, ya que él nos justificó y nos perdonó en el momento en que lo reclamamos por fe, y lo que él obra en nosotros a lo largo de nuestra vida? ¿Qué peligros surgen si no mantenemos clara esta distinción?