julio 31, 2010

Escuela Sabatica. Leccion 6, Tercer Trimestre 2010, "Aplicacion de la Fe"

Lección 06: para Agosto 7

"La Justificación y la Ley"

Sábado 31º de Julio

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Romanos 5

PARA MEMORIZAR:

Santificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios” (Romanos 5:1, 2).


PABLO HABLÓ de la justificación, o aceptación de parte de Dios, por­que solo su justicia puede darnos el derecho de estar con el Señor. Am­pliando esta verdad, Pablo muestra que la salvación es por fe y no por obras, ni aun para alguien tan “justo” como Abraham. Pablo mira el cua­dro completo del pecado, el sufrimiento y la muerte, y ve que la solución se encuentra solo en Cristo.

Por la caída de Adán, el hombre afrontó la condenación, la separa­ción y la muerte; y por la victoria de un hombre, Jesús, todo el mundo puede tener una nueva posición ante Dios ya que, por la fe en Jesús, todos los pecados y su castigo pueden ser perdonados.

Pablo contrasta a Adán con Jesús, y muestra cómo Cristo vino para deshacer lo que hizo Adán, dado que Jesús puede rescatar a las víctimas del pecado de Adán, que tienen fe. El fundamento de todo es la cruz de Cristo y su muerte sustitutiva, que abrió el camino para que todos, judíos o gentiles, fueran salvos por Jesús, quien justifica a todos los que lo aceptan.

Este es un tema digno de ser ampliado, porque es la base de toda nuestra esperanza.

Domingo 1º de agosto

JUSTIFICADOS

Lee Romanos 5:1 al 5. Resume el mensaje de Pablo. ¿Qué puedes obtener de él para ti mismo?

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Justificados” es literalmente “habiendo sido justificados”. El verbo griego presenta la acción como completada. Hemos sido declarados justos no por obras de la ley, sino porque hemos aceptado a Jesús. La vida perfecta de Jesús, su perfecta observancia de la ley, nos ha sido acreditada.

Al mismo tiempo, todos nuestros pecados han sido puestos sobre Je­sús. Dios considera que Jesús cometió esos pecados, no nosotros, y de ese modo somos exceptuados del castigo que merecíamos. Ese castigo recayó sobre Cristo, en favor nuestro, para que nunca tuviéramos que afrontarlo nosotros mismos. ¡Qué noticia más gloriosa para el pecador!

La palabra griega traducida “gloriamos” en el versículo 3 es la misma del versículo 2. Las personas justificadas se pueden regocijar en las prue­bas porque tienen confianza en Jesús. Confían en que Dios hará todo para su bien. Consideran que es un honor sufrir por causa de Cristo. (Ver 1 Pedro 4:13.)

Nota también la progresión que se observa en los versículos 3 al 5.

1. Paciencia. La palabra griega traducida así, hupomoné, significa “re­sistencia constante”. Esta es la resistencia que la tribulación desarrolla en aquel que mantiene la fe y tiene la esperanza en Cristo, aun en medio de las pruebas y sufrimientos que pueden hacerle la vida miserable.

2. Prueba. La palabra griega traducida así es dokimé que significa “la cualidad de ser aprobado” y, por ello, “carácter”, o mejor, “carácter apro­bado”. El que soporta pacientemente las pruebas desarrolla un carácter aprobado.

3. Esperanza. La resistencia y la aprobación generan esperanza, la esperanza en Jesús y en la salvación. Si nos aferramos a Jesús con fe, arre­pentimiento y obediencia, podemos esperar todo de él.


¿Qué es lo que más esperas en tu vida, más que otra cosa? ¿Cómo puede esa esperanza cumplirse en Jesús? ¿Puede hacerlo? Si no, ¿es­tás seguro de poner tanta esperanza en ello?



Lunes 2 de agosto

DIOS BUSCA AL HOMBRE

Lee Romanos 5:6 al 8. ¿Qué se dice aquí acerca del carácter de Dios, y por qué nos da tanta esperanza?

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Cuando Adán y Eva transgredieron los requerimientos divinos, Dios comenzó la reconciliación. Desde entonces, Dios ha provisto un camino de salvación e invita a los hombres a aceptarlo. “Cuando vino el cumpli­miento del tiempo, Dios envió a su Hijo” (Gálatas 4:4).

Romanos 5:9 dice que podemos ser salvos de la ira de Dios por Jesús. ¿Cómo entendemos esto?

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La sangre en las puertas de los israelitas en Egipto protegió a los pri­mogénitos de la ira que cayó sobre los primogénitos egipcios. Así también la sangre de Jesús garantiza que quien ha sido justificado y retiene esa condición será protegido cuando la ira de Dios destruya, finalmente, el pecado al final de la historia.

Algunos dicen: ¿Cómo un Dios amante tiene ira? Pero es por causa de su amor que existe esta ira. ¿Cómo Dios, quien ama al mundo, no tendrá ira contra el pecado? Si fuera indiferente, no se preocuparía de lo que ocurre aquí. Mira a tu alrededor y verás lo que el pecado ha hecho a la creación de Dios. ¿Cómo no estaría Dios airado por tanto mal y devas­tación?

¿Qué otras razones se nos dan para regocijarnos? Romanos 5:10, 11.

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Algunos comentadores ven en el versículo 10 una referencia a la vida que Cristo vivió sobre esta tierra, durante la cual desarrolló un carác­ter perfecto que ahora ofrece acreditarnos. Aunque esto es ciertamente lo que realizó la vida perfecta de Jesús, Pablo parece enfatizar que Cristo, después de morir, se levantó otra vez y vive para siempre (Hebreos 7:25). Como Jesús vive, nosotros estamos salvados. Si hubiese permanecido en la tumba, nuestras esperanzas habrían perecido con él. El versículo 11 continúa dando las razones que tenemos para gozarnos en el Señor.



Martes 3 de agosto

SORBIDA ES LA MUERTE

La muerte es nuestro máximo enemigo. Dios creó al hombre con la intención de que viviera para siempre. Con pocas excepciones, los seres humanos no quieren morir; los que quieren morir lo hacen solo por an­gustia y sufrimiento personales. La muerte va en contra de nuestra natu­raleza más básica porque fuimos creados para vivir para siempre. No era el plan que conociéramos la muerte.

Lee Romanos 5:12. ¿Qué describe Pablo aquí? ¿Qué explica esto?

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Los comentadores han discutido más sobre este pasaje que sobre la mayoría de los otros. Tal vez la razón sea, como dice el Comentario bíblico adventista (tomo 6, p. 525), que los comentadores han “tratado de usarlo para propósitos que no son los de Pablo”.

Ellos discuten en qué forma pasó el pecado de Adán a su posteri­dad. ¿Comparten los descendientes de Adán la culpa del pecado de él o son culpables ante Dios por sus propios pecados? Aunque muchos han tratado de obtener respuesta a esa pregunta a partir de este texto, ese no es el problema que Pablo está analizando. Él enfatiza lo que ya había afirmado: que “todos pecaron” (Romanos 3:23). Necesitamos reconocer que somos pecadores, pues solo así nos daremos cuenta de nuestra necesidad de un Salvador. Aquí Pablo trata de lograr que sus lectores se den cuenta de cuán malo es el pecado y el daño que trajo a este mundo por medio de Adán. Luego muestra que Dios ofrece en Jesús el único remedio para la tragedia de este mundo.

No obstante, este texto solo nos habla del problema, la muerte en Adán, y no la solución, la vida en Cristo. Lo más glorioso del evangelio es que la muerte ha sido sorbida por la vida. Jesús pasó por los portales de la tumba y rompió sus ataduras. Él dice: “[Yo soy] el que vivo, y estuve muerto; y he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades” (Apocalipsis 1:18). Como Jesús tiene las llaves, el enemigo ya no puede retener a sus víctimas en el sepulcro.


¿Cuál ha sido tu experiencia con la realidad y la tragedia de la muerte? ¿Por qué, frente a un enemigo tan implacable, podemos te­ner una esperanza en algo mayor que nosotros mismos o mayor que cualquier cosa que este mundo pueda ofrecer?



Miércoles 4 de agosto

LA LEY DESPIERTA LA NECESIDAD

Lee Romanos 5:13 y 14. ¿Qué dice Pablo aquí?

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La frase “antes de la ley” es paralela a la afirmación “desde Adán hasta Moisés”. Se refiere al tiempo transcurrido desde la creación hasta el Sinaí, antes de la introducción formal de las reglas y leyes del sistema israelita, que incluían, por supuesto, los Diez Mandamientos.

El pecado existió antes del Sinaí. La mentira, el homicidio, el adulte­rio y la idolatría ¿no eran pecaminosos hasta entonces? Por supuesto que sí.

¿Cuáles son algunos textos que revelan la realidad del pecado antes del Sinaí?

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Es cierto que antes del Sinaí el hombre tenía una revelación limitada de Dios, pero sabía suficiente para ser tenido por responsable. Dios es jus­to y no castigaría a nadie injustamente. Antes del Sinaí la gente moría. La muerte pasó a todos. Aunque no habían pecado contra un mandamiento revelado explícitamente, de todos modos habían pecado. Tenían revela­ciones de Dios en la naturaleza, y por no responder a ellas eran tenidos como culpables. “Las cosas invisibles de él [...] se hacen visibles desde la creación del mundo [...] de modo que no tienen excusa” (Romanos 1:20).

¿Con qué propósito se reveló Dios mismo más plenamente en la “ley”? Romanos 5:20, 21.

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La instrucción dada en el Sinaí incluía la ley moral, aunque ella había existido antes de eso. Sin embargo, esta fue la primera vez, según la Biblia, que esta ley fue escrita y proclamada.

Cuando los israelitas se compararon con los requerimientos divinos, descubrieron que estaban lejos de alcanzarlos. Es decir, el pecado abun­dó. De repente se dieron cuenta de sus transgresiones. Esta revelación los ayudaría a ver su necesidad de un Salvador y los llevaría a aceptar la gracia ofrecida por Dios. La verdadera religión del Antiguo Testamento no era legalista.



Jueves 5 de agosto

EL SEGUNDO ADÁN

Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a to­dos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida. Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos” (Romanos 5:18, 19). ¿Qué contraste se nos presenta aquí? ¿Qué esperanza se nos ofrece en Cristo?

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De Adán recibimos la sentencia de muerte. Sin embargo, Cristo vino y pasó por el terreno donde cayó Adán, soportando toda prueba en lugar del hombre. Él redimió el desgraciado fracaso y la caída de Adán y, como nuestro sustituto, nos puso en una buena relación con Dios. Por eso, Jesús es el “segundo Adán”.

El segundo Adán era un ser moral libre, responsable por su conduc­ta. Rodeado por influencias intensamente sutiles y engañosas, estuvo en una condición mucho menos favorable que el primer Adán para vivir una vida sin pecado; sin embargo, en medio de los pecadores, resistió toda tentación a pecar y mantuvo su inocencia. Siempre estuvo sin pecado” (“Comentarios de Elena G. de White”, Comentario bíblico adventista, tomo 6, p. 1074).

¿De qué modo se contrastan los actos de Adán y de Cristo en Ro­manos 5:15 al 19?

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Considera las ideas opuestas aquí: muerte/vida, desobediencia/obe­diencia, condenación/justificación, pecado/justicia. ¡Jesús vino y revirtió todo lo que Adán había hecho!

También es fascinante que la palabra don aparezca cinco veces en los versículos 15 al 17. ¡Cinco veces! El punto es sencillo: Pablo enfatiza que la justificación no se gana; es un don. Es algo que no merecemos. Como todos los dones, tenemos que buscarlo y aceptarlo. En este caso, lo pedi­mos por la fe.


¿Cuál es el mejor don (regalo) que alguna vez recibiste? ¿Qué lo hizo tan bueno, tan especial? ¿De qué modo el hecho de que fue un don, a diferencia de algo que hayas ganado, te hizo apreciarlo mucho más? No obstante, ¿cómo puede siquiera compararse ese don con lo que tenemos en Jesús?



Viernes 6 de agosto

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: Lee “Ayuda en la vida cotidiana”, El mi­nisterio de curación, pp. 372-374; Mensajes selectos, tomo 1, pp. 449, 450; “La tentación y la caída”, Patriarcas y profetas, pp. 34-37; y, si tienes acceso a la SDA Encyclopedia, lee el artículo “Justification”, tomo 1, pp. 839-841.

Muchos están engañados acerca de la condición de su corazón. No comprenden que el corazón natural es engañoso más que todas las co­sas y desesperadamente impío. Se envuelven con su propia justicia y es­tán satisfechos con alcanzar su propia norma humana de carácter” (Mensajes selectos, tomo 1, p. 376).

Hay gran necesidad de que Cristo sea predicado como la única es­peranza y salvación. Cuando la doctrina de la justificación por la fe fue presentada [...] llegó a muchos como el agua que recibe el viajero sedien­to. El pensamiento de que nos es imputada la justicia de Cristo no debido a ningún mérito de nuestra parte, sino como una dádiva gratuita de Dios, pareció un pensamiento precioso” (Mensajes selectos, tomo 1, p. 422).

Las pruebas constituyen parte de la educación en la escuela de Cris­to, para purificar a los hijos de Dios de las escorias terrenales. Porque Dios está dirigiendo a sus hijos, se presentan las experiencias angustiosas. Las pruebas y los obstáculos constituyen métodos elegidos por él como disciplina y condiciones para el éxito. Aquel que lee el corazón de los hombres conoce sus debilidades mejor que ellos mismos. Ve que algunos tienen cualidades que, dirigidas correctamente, pueden ser usadas para el adelantamiento de su obra” (Los hechos de los apóstoles, p. 432).

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:

  1. ¿Cómo te ha sostenido tu fe en grandes pruebas? ¿Qué aprendiste de ellas acerca de ti y de Dios? ¿Qué aprendiste que puede ayudar a otros que estén pasando por momentos difíciles?

  2. Piensa en la realidad de la muerte, cómo afecta a la vida y el signi­ficado de la vida. Escritores y filósofos han lamentado la falta de sentido último de la vida porque termina en la muerte. ¿De qué modo, como cristianos, les respondemos? ¿Por qué la esperanza que tenemos en Jesús es la única respuesta para esa falta de sentido?

  3. Así como la caída de Adán nos impuso una naturaleza caída, la victoria de Jesús nos ofrece la promesa de vida eterna si la aceptamos por fe. Con esta provisión, ¿qué retiene a la gente de pedirla? ¿Cómo pode­mos ayudar a quienes buscan comprender mejor lo que Cristo ofrece y lo que hizo por ellos?


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julio 24, 2010

Escuela Sabatica. Leccion 5, Tercer Trimestre 2010, "La Justificacion y la Ley"

Lección 04: para Julio 17


"La Justificación y la Ley"

Sábado 31º de Julio

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Génesis 15:6; 2 Samuel 11, 12; Romanos 3:20-23; 4:1-17; Gálatas 3:19; 1 Juan 3:4

PARA MEMORIZAR:

¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley” (Romanos 3:31).


ROMANOS 4 llega al fundamento de la doctrina de la salvación por la fe sola. Al usar a Abraham –modelo de santidad y virtud– como un ejemplo de alguien que necesitó ser salvado por gracia, sin las obras de la ley, Pa­blo no dejó lugar para entenderlo mal. Si las buenas obras y observancia de la ley no eran suficientes para justificarlo ante Dios, ¿qué esperanza tienen los demás? Si tuvo que ser por gracia para Abraham, tiene que ser lo mismo con todos, judíos y gentiles.

En Romanos 4, Pablo revela tres etapas en la salvación: 1) la promesa de bendición divina (promesa de la gracia); 2) la respuesta humana a esa promesa (respuesta de fe); y 3) la declaración de justicia acreditada a los que creen (justificación). Así fue con Abraham, y así es con nosotros.

Recordemos que, para Pablo, la salvación es por gracia; se nos da, sin ser merecedores. Sería una deuda si la mereciéramos, y si es deuda no sería un don. Y como somos caídos, la salvación debe ser un don.

Para mostrar que la salvación es por la fe sola, Pablo cita Génesis 15:6: “Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia”. Aquí está la justi­ficación por la fe al comienzo de la Biblia.


Domingo 25 de julio

LA LEY ESTABLECIDA

Lee Romanos 3:31. ¿Qué enfatiza Pablo aquí? ¿Por qué eso es im­portante para nosotros como adventistas?

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Aquí Pablo afirma enfáticamente que la fe no anula la ley de Dios. Aun los que guardaron las leyes en el Antiguo Testamento nunca se salva­ron por ellas. La religión del Antiguo Testamento, y la del Nuevo, siempre fue por la gracia de Dios dada a los pecadores por la fe.

Lee Romanos 4:1 al 8. ¿Cómo nos muestra esto que, aun en el An­tiguo Testamento, la salvación era por fe y no por las obras de la ley?

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Leemos en el Antiguo Testamento que Abraham fue contado como justo porque “creyó a Dios”. O sea, el Antiguo Testamento mismo enseña la justificación por la fe. Por ello, decir que la fe “anula” (en griego katar­géo, “vuelve inútil”, “invalida”) la ley es falso: la salvación por la fe es una parte integral del Antiguo Testamento. En todo el Antiguo Testamento se enseña la gracia. Por ejemplo, el ritual del Santuario era una representa­ción de cómo se salvaban los pecadores, no por sus propias obras, sino por la muerte de un sustituto en lugar de ellos.

Además, ¿cómo se puede explicar que David fue perdonado después de su sórdida aventura con Betsabé? Ciertamente no fue el guardar la ley lo que lo salvó, porque él violó varios principios de la ley que lo condena­ban por numerosas faltas. Si David iba a ser salvado por la ley, entonces no hubiera sido salvo de ningún modo.

Pablo presenta la restauración de David al favor divino como un ejemplo de justificación por fe. El perdón fue un acto de la gracia de Dios. Este es otro ejemplo del Antiguo Testamento de justificación por fe. Aunque muchos llegaron a ser legalistas en el antiguo Israel, la religión judía siempre fue una religión de gracia. El legalismo era una perversión de ella, no su fundamento.


Medita en la caída y la restauración de David (2 Samuel 11, 12; Salmo 51). ¿Qué esperanza puedes obtener de esa triste historia? ¿Qué lección nos da sobre cómo deberíamos tratar en la iglesia a los que han caído?



Lunes 26 de julio

GRACIA O DEUDA

El problema que Pablo trata aquí es más que solo teología. Llega al corazón de la salvación y de nuestra relación con Dios. Si uno cree que debe ganar la aceptación, y alcanzar cierta norma de santidad antes de ser justificado y perdonado, entonces sería natural mirar hacia su interior, y considerarse a uno mismo y sus acciones. La religión se centraría total­mente en uno mismo, que es lo último que necesitamos.

En contraste, si uno acepta la gran noticia de que la justificación es un don de Dios, del todo inmerecido, ¡cuánto más fácil y natural es que nos concentremos en el amor de Dios y su misericordia en vez de centrar­nos en el yo!

Y al fin, ¿quién reflejará mejor el amor y el carácter de Dios: el que está absorbido en sí mismo o el que está centrado en Dios?

Lee Romanos 4:6 al 8. ¿De qué manera amplía Pablo el tema de la justificación por fe?

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El pecador debe ir a Cristo con fe, aferrarse de sus méritos, poner sus pecados sobre Aquel que los lleva y recibir su perdón. Debido a esto vino Cristo al mundo. Así se imputa la justicia de Cristo al pecador arre­pentido que cree. Llega a ser miembro de la familia real, hijo del Rey celestial, heredero de Dios y coheredero con Cristo” (Mensajes selectos, tomo 1, p. 252).

A continuación, Pablo explica que la salvación por fe no era solo para los judíos, sino también para los gentiles (Romanos 4:9-12). En reali­dad, Abraham no era judío; vino de antepasados paganos (Josué 24:2). La distinción gentiles-judíos no existía en ese tiempo. Cuando Abraham fue justificado (Génesis 15:6) no era circuncidado. Así, Abraham llegó a ser el padre de los incircuncisos y de los circuncisos, así como un gran ejemplo que Pablo usó para enfatizar la universalidad de la salvación. La muerte de Cristo fue para todos, sin tomar en cuenta su raza o nacionalidad (Hebreos 2:9).


Considerando la universalidad de la Cruz y lo que la Cruz nos cuen­ta acerca del valor de cada ser humano, ¿por qué el prejuicio racial, étnico o nacional es tan horrible? ¿Cómo podemos reconocer la exis­tencia del prejuicio en nosotros mismos y, por medio de la gracia de Dios, eliminarlo de nuestras mentes?



Martes 27 de julio

LA PROMESA DE LA LEY

Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe” (Romanos 4:13).

En este versículo se contrastan “promesa” y “ley”. Pablo procura esta­blecer una base en el Antiguo Testamento para su enseñanza de la justi­ficación por la fe. Encuentra un ejemplo en Abraham, a quien los judíos aceptaban como su antecesor. La aceptación o justificación había venido a Abraham separada de la ley. Dios prometió a Abraham que sería “he­redero del mundo”. Abraham creyó esta promesa; es decir, aceptó lo que ello implicaba. Como resultado, Dios lo aceptó y actuó por medio de él para salvar al mundo. Esto es un buen ejemplo de cómo la gracia actuó en el Antiguo Testamento, y sin duda por eso Pablo lo usó.

Lee Romanos 4:14 al 17. ¿Cómo muestra Pablo aquí que la salva­ción por la fe era central en el Antiguo Testamento? Ver también Gálatas 3:7 al 9.

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Es importante recordar, como dijimos al comienzo, a quiénes les es­cribe Pablo. Estos creyentes judíos estaban sumergidos en la ley del An­tiguo Testamento, y muchos creían que su salvación descansaba en cuán bien guardaban la ley, aun cuando eso no era lo que enseñaba el Antiguo Testamento.

Al procurar corregir esta idea errada, Pablo alega que Abraham, aun antes de que la ley fuera dada en el Sinaí, recibió la promesa, no por obras de la ley (lo que era difícil, ya que la ley –la Torah y el sistema ceremo­nial– todavía no existía) sino por fe.

Si Pablo aquí se refería solo a la ley moral, que existía aun antes del Sinaí, el punto es el mismo. ¡Tal vez aún más! Procurar recibir las prome­sas de Dios por medio de la ley, dijo él, hace que la fe quede anulada hasta ser inútil. Esas son palabras duras, pero su punto es que la fe salva y la ley condena. Está tratando de enseñar que buscar la salvación exactamente a través de aquello que conduce a la condenación es en vano porque todos, judíos y gentiles, hemos violado la ley y, por lo tanto, todos necesitamos lo mismo que Abraham: la justicia salvadora de Jesús acreditada a nosotros por la fe.


Miércoles 28 de julio

LA LEY Y LA FE

Como vimos ayer, Pablo mostró que el trato de Dios con Abraham demostraba que la salvación había venido por medio de la promesa de gracia y no por medio de la fe. Por lo tanto, si los judíos deseaban ser salvos, tendrían que abandonar la confianza en sus obras para ser salvos y aceptar la promesa hecha a Abraham, cumplida ahora con la venida del Mesías. Es lo mismo para todos los que piensan que sus “buenas” obras son todo lo que hace falta para ser justos ante Dios, ya sean judíos o gentiles.

El principio de que el hombre puede salvarse por sus obras, fun­damento de toda religión pagana, ahora había llegado a ser el principio de la religión judía. Satanás lo había implantado; y doquiera se lo adop­te, los hombres no tienen defensa contra el pecado” (El Deseado de todas las gentes, p. 26). ¿Qué significa esto? ¿Por qué esta idea de que podemos salvarnos mediante nuestras obras nos deja abiertos al pecado?

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¿De qué modo Pablo explica la relación entre la ley y la fe en Gála­tas? Gálatas 3:21-23.

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Si hubiera habido una ley que pudiera impartir vida, ciertamente habría sido la ley de Dios. Y, no obstante, Pablo dice que ninguna ley, ni siquiera la de Dios, puede dar vida, porque todos han violado esa ley, y así todos son condenados por ella.

Pero la promesa de fe, más plenamente revelada por medio de Cris­to, libera de estar “bajo la ley” a todos los que creen; es decir, los libra de ser condenados y abrumados por tratar de ganar la salvación por medio de ella. La ley llega a ser una carga cuando es presentada sin fe, sin gracia: porque sin fe, sin gracia, sin la justicia que viene por la fe, estar bajo la ley significa estar bajo la carga y la condenación del pecado.


¿Cuán central es la justificación por la fe en tu caminar con Dios? O sea, ¿cómo puedes asegurarte de que no queda borrosa por otros aspectos de la verdad hasta el punto en que pierdes de vista esta enseñanza vital? Después de todo, ¿cuán buenas son esas otras ense­ñanzas sin ésta?



Jueves 29 de julio

LA LEY Y EL PECADO

Hay quienes dicen que en el Nuevo Pacto la ley ha sido abolida y citan textos para demostrarlo. La lógica de esa afirmación no es sólida, ni lo es su teología.

Lee 1 Juan 2:3 al 6; 3:4; y Romanos 3:20. ¿Qué dicen estos textos acerca de la relación entre la ley y el pecado?

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Hace algunos siglos, Jonathan Swift escribió: “Pero ¿dirá algún hom­bre que si las palabras beber, mentir y robar fueran eliminadas del idioma inglés y los diccionarios, por un decreto del Parlamento, nos despertaría­mos a la mañana siguiente sobrios, honestos, justos y amantes de la ver­dad? ¿Sería esto una consecuencia razonable?” (Jonathan Swift, A Modest Proposal, p. 205).

Del mismo modo, si la ley de Dios ha sido abolida, ¿por qué todavía es pecado mentir, asesinar y robar? Si la ley de Dios se cambió, también debería cambiar la definición de pecado. Si se elimina la ley de Dios, entonces los pecados deberían ser eliminados; pero ¿quién puede creer esto? (Ver 1 Juan 1:7-10; Santiago 1:14, 15).

La ley muestra qué es el pecado. El evangelio señala el remedio para ese pecado: la muerte y resurrección de Jesús. Si no hay ley, no hay peca­do; entonces, ¿de qué somos salvos? El evangelio solamente tiene sentido en el contexto de la ley y de su permanente validez.

Algunos dicen que la cruz anuló la ley. Eso es irónico, porque la cruz muestra que la ley no puede ser cambiada. Si Dios no cambió la ley antes de que Cristo muriera, ¿por qué lo haría después? ¿Por qué no eliminó la ley en cuanto la humanidad pecó, para ahorrarle el castigo que trae la violación de la ley? Así Jesús no hubiera tenido que morir. La muerte de Cristo muestra que si la ley se hubiera podido cambiar, debería haberse hecho antes de la cruz. Nada muestra más la permanente validez de la ley que la muerte de Jesús, que ocurrió porque la ley no podía cambiarse. Si se la hubiese podido cambiar, ¿no habría sido esa una mejor solución al problema del pecado?


Si no hubiera ninguna ley divina contra el adulterio, ¿causaría ese acto menos dolor y heridas a las víctimas que lo sufren? ¿Cómo nos ayuda esto a comprender por qué la ley de Dios todavía está en vi­gencia? ¿Cuál ha sido tu experiencia con las consecuencias de violar la ley de Dios?



Viernes 30 de julio

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: Lee “Cristo el centro del mensaje”, Mensajes selectos, t. 1, 454, 455; “El llamado de Abraham” y “La ley y los dos pactos”, Patriarcas y profetas, pp. 117-120; 378-380; “El Sermón del Monte”, “Controversias” y “Consumado es”, El Deseado de todas las gentes, pp. 272-275; 560, 561; 710-712).

En aquella época de castas [...] Pablo presentó la gran verdad de la fraternidad humana, declarando que Dios ‘de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habitasen sobre toda la faz de la tierra’. A la vista de Dios, todos son iguales” (Los hechos de los apóstoles, p. 196).

A fin de que el hombre fuera salvado y se mantuviera el honor de la ley, fue necesario que el Hijo de Dios se ofreciera a sí mismo como sacrificio por los pecados. El que no conoció pecado se hizo pecado por nosotros. [...] Su muerte muestra el admirable amor de Dios por el hom­bre y la inmutabilidad de su ley” (Mensajes selectos, tomo 1, p. 282).

La justicia es obediencia a la ley. La ley demanda justicia y, ante la ley, el pecador debe ser justo. Pero es incapaz de serlo. La única forma en que puede obtener la justicia es mediante la fe. Por fe puede presentar a Dios los méritos de Cristo, y el Señor coloca la obediencia de su Hijo en la cuenta del pecador” (Mensajes selectos, tomo 1, p. 430).

Si Satanás puede tener éxito en conducir a los hombres a valorar sus propias obras como obras de mérito y justicia, sabe que puede vencerlo con sus tentaciones. [...] Pinta los postes de tu puerta con la sangre del cordero del Calvario, y estarás seguro” (Elena G. de White, Review & Herald, 3 de septiembre de 1889).

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:

  1. ¿Por qué es tan importante comprender la salvación por la fe sola, sin las obras de la ley? ¿De qué errores puede protegernos ese conoci­miento? ¿Qué peligros afrontan quienes pierden de vista esta enseñanza bíblica?

  2. ¿Qué razones puedes dar para aceptar la validez de la ley de Dios, aun cuando sabemos que su obediencia no nos salva?

  3. Por causa de la cruz todos los hombres somos iguales. ¿Por qué hay cristianos que olvidan esta verdad importante y son culpables de prejui­cios raciales, étnicos o nacionales?

  4. Como pecadores justificados, hemos recibido la gracia y el favor inmerecido de Dios, aunque hemos pecado contra él. ¿Cómo debería esto impactar sobre cómo tratamos a otros? ¿Cuánta gracia y favor tene­mos hacia quienes nos han dañado, y no merecen nuestra gracia y favor?

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