agosto 28, 2010

Escuela Sabatica. Leccion 10, Tercer Trimestre 2010, "Redencion para Judios y Gentiles"

Lección 10: para Agosto 28

"Redención para Judíos y Gentiles"

Sábado 28º de Agosto

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Romanos 9

PARA MEMORIZAR:

De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece” (Romanos 9:18).


COMO ESTÁ ESCRITO: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí. [...] Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca” (Romanos 9:13, 15).

¿De qué habla Pablo aquí? ¿Qué sucede con la libertad de elegir, sin la cual poco de lo que creemos tiene sentido? ¿No estamos libres para elegir o rechazar a Dios? ¿O la Biblia enseña que ciertas personas son elegidas para ser salvas y otras para perderse, sin poder elegir nada?

La respuesta está en mirar el cuadro completo de lo que dice Pablo. Él sigue mostrando el derecho que tiene Dios de escoger a quienes él quiere usar como sus “elegidos”. Después de todo, Dios tiene la respon­sabilidad final de evangelizar al mundo. Por lo tanto, ¿por qué no puede elegir como sus agentes a quienes quiere? Mientras no le prive a nadie la oportunidad de salvación, esa acción de Dios no es contraria a los prin­cipios del libre albedrío. Tampoco es contraria a la verdad de que Cristo murió por todos los seres humanos. Su deseo es que todos se salven.

Romanos 9 no presenta dificultades si recordamos que no está ha­blando de la salvación personal de aquellos que nombra, sino de su llama­do a hacer cierta obra.


Domingo 29 de agosto

LA CARGA DE PABLO

Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel” (Éxodo 19:6).

Dios necesitaba un pueblo misionero para evangelizar un mundo sumergido en el paganismo, la oscuridad y la idolatría. Eligió a los is­raelitas y se reveló a ellos. Tenía el plan de que ellos llegaran a ser una nación modelo y de este modo atrajeran a otros al verdadero Dios. Era el propósito de Dios que, por la revelación de su carácter mediante Israel, el mundo pudiera ser atraído a él. Por medio de la enseñanza del sistema de sacrificios, Cristo había de ser exaltado ante las naciones y todos los que lo miraran vivirían. A medida que Israel creciera en número y en bendi­ciones, habría de ensanchar sus fronteras hasta que su reino abarcara el mundo.

Lee Romanos 9:1 al 12. ¿Qué punto presenta Pablo aquí acerca de la fidelidad de Dios en medio de los fracasos humanos?

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Pablo está construyendo una línea de argumentación en la que mos­trará que las promesas hechas a Israel no habían fracasado completamen­te. Existe un remanente por medio del cual Dios todavía desea obrar. Para establecer la validez de la idea del remanente, Pablo retrocede en la histo­ria israelita. Muestra que Dios siempre ha sido selectivo: 1) Dios no eligió a toda la simiente de Abraham para hacer su pacto, solo a la línea de Isaac. 2) No eligió a todos los descendientes de Isaac, solo a los de Jacob.

Es importante, además, ver que la herencia o los antepasados no garantizan la salvación. Puedes tener la sangre correcta, ser de la familia correcta, aun de la iglesia correcta y, sin embargo, perderte, quedar afuera de la promesa. Es la fe, una fe que obra por amor, lo que revela quiénes son “hijos según la promesa” (Romanos 9:8).


Considera la frase en Romanos 9:6: “No todos los que descienden de Israel son israelitas”. ¿Qué mensaje importante puedes encontrar para nosotros, como adventistas, que de muchas maneras desempe­ñamos en nuestros días un papel similar al que los antiguos israelitas desempeñaban en sus días?


Lunes 30 de agosto

ELEGIDOS

Se le dijo: El mayor servirá al menor. Como está escrito: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí” (Romanos 9:12, 13).

Como se afirmó en la introducción de esta semana, es imposible comprender Romanos 9 a menos que se reconozca que Pablo no habla de la salvación individual. Aquí habla de roles específicos a los que Dios llama a ciertas personas. Dios quería que Jacob fuera el progenitor de un pueblo que sería su agencia evangelizadora especial en el mundo. Este pasaje no implica que Esaú no podría salvarse. Dios quería salvarlo a él así como a todos los hombres.

Lee Romanos 9:14 y 15. ¿Cómo entendemos estas palabras en el contexto de lo que hemos estado estudiando?

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Otra vez, Pablo no está hablando de la salvación de las personas, ya que Dios extiende su misericordia a todos porque él “quiere que todos los hombres sean salvos” (1 Timoteo 2:4). “Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres” (Tito 2:11). Pero Dios podía elegir una nación para desempeñar un rol, y aunque ellos podían rechazar ese papel, no podían impedir la elección de Dios. Aunque Esaú hubiera querido, no podría haber sido el progenitor del Mesías ni del pueblo elegido.

En última instancia, no fue por una elección arbitraria de Dios, ni por un decreto divino que Esaú no alcanzó la salvación. Los dones de la gracia divina por medio de Cristo son gratuitos para todos. Todos hemos sido elegidos para ser salvos (Efesios 1:4, 5; 2 Pedro 1:10). Son nuestras pro­pias elecciones, no las de Dios, las que nos excluyen de la promesa de vida eterna en Cristo. Jesús murió por cada ser humano. No obstante, Dios ha indicado las condiciones por las cuales cada alma será elegida para la vida eterna: fe en Cristo, que conduce al pecador justificado a la obediencia.


Tú mismo, como si no existiera nadie más, fuiste elegido en Cristo, aun antes de la fundación del mundo, para tener salvación. Esta es tu vocación, tu elección, que Dios te otorga mediante Jesús. ¡Qué privilegio, qué esperanza! ¿Por qué todo lo demás empalidece en comparación con esta gran promesa? ¿Por qué sería la mayor de las tragedias permitir que el pecado, el yo y la carne te quitaran lo que se te ha prometido en Jesús?



Martes 31 de agosto

MISTERIOS

Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vues­tros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Isaías 55:8, 9).

Lee Romanos 9:17 al 24. Por lo que hemos leído hasta ahora, ¿cómo entendemos el punto que Pablo presenta aquí?

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Al tratar con Egipto como lo hizo en tiempos del Éxodo, Dios obra­ba para la salvación de la raza humana. La revelación que hizo Dios de sí mismo en las plagas de Egipto y en la liberación de su pueblo estaba diseñada para revelar a los egipcios, y a las otras naciones, que el Dios de Israel era el verdadero Dios. Era una invitación para que las naciones abandonaran sus dioses y vinieran a adorar a Dios.

Obviamente, el faraón ya había hecho su elección contra Dios, de modo que, al endurecer su corazón, Dios no le quitaba la oportunidad de salvarse. El faraón se endureció contra la exhortación a permitir que Israel saliera, no contra la exhortación a aceptar la salvación personal. Cristo murió por el faraón, al igual que por Moisés, por Aarón y por el resto de los hijos de Israel.

Como seres humanos caídos, tenemos una visión muy estrecha del mundo, de la realidad, de Dios y de cómo él obra en el mundo. ¿Cómo podemos esperar comprender todos los caminos de Dios cuando el mun­do natural, dondequiera que lo miremos, contiene misterios que no po­demos entender? Solo en los últimos ciento cincuenta o doscientos años, los médicos descubrieron ¡que era una buena idea lavarse las manos antes de una cirugía! Esto muestra cuán ignorantes hemos sido. Y, quién sabe, si el tiempo durara, ¿qué otras cosas descubriremos que revelarán cuán ignorantes somos hoy?

No siempre comprendemos los caminos de Dios, pero Jesús vino para revelarnos cómo es Dios (Juan 14:9). ¿Por qué, entre todos los misterios y los eventos inesperados, es tan vital meditar en el carác­ter de Cristo, su revelación de Dios y su amor por nosotros? ¿Cómo el saber esto nos ayuda a permanecer fieles en las pruebas que pare­cen injustas y sin razón?



Miércoles 1º de septiembre

AMMÍ: “PUEBLO MÍO”

En Romanos 9:25, Pablo cita Oseas 2:23 y, en el versículo 26, cita Oseas 1:10. Dios le pidió a Oseas que tomara “una mujer fornicaria” (Oseas 1:2) para ilustrar la relación de Dios con Israel. La nación había seguido a dioses extraños. Los hijos nacidos de este matrimonio recibieron nom­bres que representaban el rechazo y el castigo por parte de Dios al Israel idólatra. El tercer hijo fue llamado Loammí (Oseas 1:9), literalmente, “no mi pueblo”.

Sin embargo, Oseas predijo que vendría el día cuando, después de castigar a su pueblo, Dios lo restauraría, quitaría sus falsos dioses y haría un pacto con ellos. (Ver Oseas 2:11-19.) Entonces, los que eran Loammí, “no mi pueblo”, llegarían a ser Ammí, “pueblo mío”.

En los días de Pablo, el Ammí eran “no sólo de los judíos, sino tam­bién de los gentiles” (Romanos 9:24). Qué presentación clara del evangelio, que siempre estuvo destinado a todo el mundo. Por eso, parte de nuestra vocación, como adventistas, viene de estos versículos: “Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo” (Apocalipsis 14:6). Hoy, como en los días de Pablo y del antiguo Israel, esta buena noticia debe esparcirse a todo el mundo.

Lee Romanos 9:25 al 29 (nota cuánto cita Pablo del Antiguo Testa­mento para mostrar lo que debía ocurrir en sus días). ¿Cuál es el mensa­je básico que se encuentra en estos versículos? ¿Qué esperanza ofrecen para todos?

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Algunos de los conciudadanos de Pablo rechazaron el llamado del evangelio, lo que le dio “gran tristeza y continuo dolor” (Romanos 9:2). Pero quedaba un remanente. Las promesas de Dios no fallan, aun cuando los humanos fallen. Podemos tener la esperanza de que las promesas de Dios finalmente se cumplirán y, si se lo pedimos, se cumplirán en nosotros también.


¿Cuán a menudo te ha fallado la gente? ¿Cuán a menudo te has fallado a ti mismo y a otros? Tal vez más veces de las que puedes con­tar. ¿Qué lecciones puedes aprender de estas fallas, acerca de dónde debes depositar tu confianza?



Jueves 2 de septiembre

TROPIEZOS

¿Qué, pues, diremos? Que los gentiles, que no iban tras la justicia, han alcanzado la justicia, es decir, la justicia que es por fe; mas Israel, que iba tras una ley de justicia, no la alcanzó. ¿Por qué? Porque iban tras ella no por fe” (Romanos 9:30-32). ¿Cuál es el mensaje aquí, y cómo podemos tomar ese mensaje, escrito en cierto tiempo y lugar, y aplicar sus princi­pios para nosotros hoy? ¿Cómo podemos evitar, en nuestro contexto, los mismos errores que cometieron los israelitas en su tiempo?

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Con palabras muy claras, Pablo explica a sus conciudadanos por qué están perdiendo algo que Dios desea que tengan y que ellos persiguen sin alcanzar.

Los gentiles a quienes Dios había aceptado ni siquiera habían lu­chado por esa aceptación. Habían buscado sus propios intereses y metas cuando el mensaje del evangelio les llegó. Captando su valor, lo acepta­ron. Dios los declaró justos porque habían aceptado a Jesucristo como su sustituto. Era una transacción de fe.

El problema con los israelitas era que ellos tropezaron en la piedra de tropiezo (ver Romanos 9:33). Algunos, no todos (ver Hechos 2:41), rehu­saron aceptar a Jesús de Nazaret como el Mesías enviado por Dios. Él no satisfizo las expectativas que tenían respecto del Mesías y le dieron la espalda.

Antes del final del capítulo, Pablo cita otro texto del Antiguo Testa­mento: “Como está escrito: He aquí pongo en Sión piedra de tropiezo y roca de caída; y el que creyere en él no será avergonzado” (Romanos 9:33). Pablo muestra, otra vez, cuán vital es la verdadera fe en el plan de salva­ción (ver también 1 Pedro 2:6-8). ¿Una roca de tropiezo? Y sin embargo, ¿cualquiera que cree en él no será avergonzado? Sí, para muchos, Jesús es una roca de tropiezo; pero para quienes lo conocen y lo aman, él es otra clase de roca: “la roca de mi salvación” (Salmo 89:26).


¿Has encontrado alguna vez que Jesús fuera una “roca de tropie­zo”? Si es así, ¿cómo fue? Es decir, ¿qué estabas haciendo que te llevó a esa situación? ¿Cómo saliste de ella y qué aprendiste a fin de que nunca más te encuentres otra vez en ese tipo de relación contraria con Jesús?



Viernes 3 de septiembre

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: Lee “La verdad progresa en Inglaterra”, El conflicto de los siglos, pp. 303, 304; “Comentarios de Elena de White”, Comentario bíblico adventista, tomo 1, pp. 1.113, 1.114; y, si tienes acceso a la SDA Encyclopedia, lee “Faith and Works”, tomo 1, pp. 530, 531.

Hallamos una sola predestinación en la Palabra de Dios, de indivi­duos y de un pueblo, a saber, que el hombre está predestinado a ser salvo. Muchos han mirado hacia el final, pensando que estaban seguramente predestinados para gozar de la bienaventuranza celestial; pero ésta no es la predestinación que revela la Biblia. El hombre está predestinado a ocuparse en su propia salvación con temor y temblor. Está predesti­nado a ponerse la armadura, para pelear la buena batalla de la fe. [...] Está predestinado a velar y orar, para escudriñar las Escrituras [...] Está predestinado a ser obediente a toda palabra que sale de la boca de Dios, para que pueda ser no sólo oidor, sino hacedor de la Palabra. Esta es la predestinación bíblica” (Testimonios para los ministros, pp. 453, 454).

Ninguna mente finita puede comprender plenamente el carácter o las obras del Ser infinito. No podemos descubrir a Dios por medio de la investigación. Para las mentes más fuertes y mejor cultivadas, lo mis­mo que para las más débiles e ignorantes, el Ser santo debe permanecer rodeado de misterio. [...] Podemos comprender lo suficiente de su trato con nosotros para descubrir una misericordia ilimitada unida a un poder infinito. Podemos comprender, de sus propósitos, lo que seamos capaces de asimilar; más allá de esto, debemos confiar en la mano omnipotente, en el corazón lleno de amor” (La educación, p. 169).


PREGUNTAS PARA DIALOGAR:

  1. Algunos cristianos enseñan que, antes de que naciéramos, Dios eligió a unos para ser salvos y a otros para perderse. Si fuiste uno de los que Dios predestinó para perderse, entonces, no importa qué elecciones hagas, estás destinado a la perdición. En otras palabras, sin poder decidir­lo personalmente, algunos están predestinados a no tener una relación salvadora con Jesús y se quemarán eternamente en el infierno. ¿Qué está mal en esta idea? ¿Cómo este concepto contrasta con nuestra compren­sión de estos problemas?

  2. ¿Cómo ves el paralelismo entre el llamado a la misión de la Iglesia Adventista del Séptimo Día y el papel del antiguo Israel? ¿Cuáles son las semejanzas y las diferencias? ¿Qué estamos haciendo mejor que ellos? ¿Qué estamos haciendo peor? Justifica tu respuesta

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agosto 24, 2010

Escuela Sabatica. Leccion 9, Tercer Trimestre 2010, "Libertad en Cristo"

Lección 09: para Agosto 28

"Libertad en Cristo"

Sábado 21º de Agosto

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Romanos 8:1-17

PARA MEMORIZAR:

Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Romanos 8:1).


ROMANOS 8 es la respuesta de Pablo a Romanos 7, que habla de frus­tración, fracaso y condenación. En Romanos 8, la condenación desapare­ció, y es remplazada por la libertad y la victoria por medio de Jesús.

Pablo dice que si no aceptas a Jesús, la experiencia de Romanos 7 será tuya: esclavo del pecado; y no podrás hacer lo que eliges. Romanos 8 dice que Cristo Jesús ofrece librarte del pecado y te permite hacer el bien que quieres pero que tu carne no te permite.

Pablo explica el costo infinito de esta libertad. Cristo se hizo hombre para poder relacionarse con nosotros, ser el ejemplo perfecto y el susti­tuto en nuestro lugar. Él vino “en semejanza de carne de pecado” (versículo 3). Como resultado, en nosotros pueden cumplirse los requerimientos de la ley (versículo 4). O sea, Cristo hizo posible la victoria sobre el pecado y cumplir la ley.

Por falta de espacio, cubriremos solo Romanos 8:1 al 17, pero lee el resto del capítulo, lleno de seguridades del amor de Dios. Estos versículos indican la esperanza que tenemos ya que somos “más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (versículo 37) y “no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros” (versículo 32).


Domingo 22 de agosto

LIBRES DE CONDENACIÓN

Lee Romanos 8:1. ¿Qué significa “ninguna condenación”? ¿Conde­nación de qué? ¿Por qué estas son buenas noticias?

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En Cristo Jesús” es una frase común en los escritos paulinos. Para una persona estar “en” Cristo significa que ha aceptado a Cristo como su Salvador, confía absolutamente en él y ha decidido hacer suyo el camino de vida de Cristo. El resultado es una unión estrecha con Cristo.

En Cristo Jesús” se contrasta con “en la carne”. También contrasta con la experiencia del capítulo 7, donde Pablo describe a la persona antes de su entrega a Cristo como carnal, o sea que es esclava del pecado. La persona está bajo condena de muerte (7:11, 13, 24) y sirve a “la ley del pecado” (versículos 23, 25). Está en un terrible estado de miseria (versículo 24).

Pero, entonces, se entrega a Jesús y se opera un cambio en su situa­ción con Dios. Antes estaba condenada por quebrantar la ley y ahora su vida es perfecta a la vista de Dios, como si nunca hubiera pecado, porque la justicia de Cristo la cubre completamente. No hay más condenación, no porque no tiene faltas, ni pecados, sino porque el registro perfecto de la vida de Jesús está en lugar del de la persona; así, no hay condenación.

Pero, hay más buenas noticias.

¿Qué libera a una persona de la esclavitud del pecado? Romanos 8:2.

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La ley del Espíritu de vida” significa el plan de Cristo para salvar a la humanidad, en contraste con “la ley del pecado y de la muerte”, del capítulo 7, que era la ley donde el pecado gobernaba, cuyo fin es muerte. La ley de Cristo, en cambio, trae vida y libertad.

Todo aquel que rehúsa entregarse a Dios está bajo el dominio de otro poder. No es su propio dueño. Puede hablar de libertad, pero está en la más abyecta esclavitud. [...] Mientras se lisonjea de estar siguiendo los dictados de su propio juicio, obedece la voluntad del príncipe de las tinieblas. Cristo vino para romper las cadenas de la esclavitud del pecado para el alma” (El Deseado de todas las gentes, p. 431). ¿Eres esclavo o estás libre en Cristo? ¿Cómo puedes estar seguro?


Lunes 23 de agosto

LO QUE LA LEY NO PODÍA HACER

Por buena que sea, la “ley” (la ley ceremonial, la ley moral, o aun ambas) no pueden hacer por nosotros lo que más necesitamos, y eso es proveer el medio de salvación para salvarnos de la condenación y la muerte que trae el pecado. Para eso, necesitamos a Jesús.

Lee Romanos 8:3 y 4. ¿Qué hizo Cristo que la ley, por su propia naturaleza, no puede hacer?

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Dios proveyó el remedio al “enviar a su Hijo en semejanza de carne de pecado”. Cristo “condenó al pecado en la carne”. La encarnación de Cristo fue un paso importante en el plan de salvación. Es apropiado exal­tar la Cruz pero, en la realización del plan de salvación, la vida de Cristo “en semejanza de carne de pecado” también fue muy importante.

Como resultado de lo que Dios ha hecho al enviar a Cristo, ahora es posible afrontar los justos requerimientos de la ley; es decir, hacer las cosas correctas que la ley demanda. “Bajo la ley” (Romanos 6:14), esto era imposible; “en Cristo”, ahora es posible.

Debemos recordar que hacer lo que la ley requiere no significa ganar la salvación por ese medio. Eso no es posible. Significa vivir la vida que Dios nos capacita para vivir; significa una vida de obediencia, una en la que hemos “crucificado la carne con sus pasiones y deseos” (Gálatas 5:24), una vida en la que reflejamos el carácter de Cristo.

Andar”, en el versículo 4, es una expresión idiomática que significa “conducirse”. La palabra carne aquí denota a la persona no regenerada, sea antes o después de la convicción. Andar conforme a la carne es ser controlado por los deseos egoístas. En contraste, andar conforme al Es­píritu es satisfacer los justos requerimientos de la ley. Solo por medio de la ayuda del Espíritu Santo podemos satisfacer este requerimiento. Solo en Cristo Jesús hay libertad para hacer lo que la ley requiere. Fuera de Cristo, no hay tal libertad. El que es esclavo del pecado encuentra que es imposible hacer el bien que elige hacer (ver Romanos 7:15, 18).


¿Cuán bien estás guardando la ley? Poniendo a un lado cualquier idea de ganar la salvación por la ley, ¿se cumple en tu vida la “justicia de la ley”? Si no es así, ¿por qué? ¿Qué clase de excusas pobres estás usando para racionalizar tu conducta?


Martes 24 de agosto

LA CARNE Y EL ESPÍRITU

Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocu­parse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz” (Romanos 8:5, 6). Medita en estos textos. ¿Qué mensaje básico surge de ellos? ¿Qué te dicen acerca de cómo vives tu vida?

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Piensan” aquí significa “fijar la mente en”. Un grupo de personas fija la mente en cumplir los deseos naturales; otro grupo fija su mente en las cosas del Espíritu para seguir sus dictados. Por cuanto la mente determina las acciones, los dos grupos viven y actúan en forma diferente.

¿Qué es incapaz de hacer la mente carnal? Romanos 8:7, 8.

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Tener la mente fija en cumplir los deseos de la carne es, en realidad, vivir en enemistad contra Dios. La persona cuya mente está así fijada no se preocupa por hacer la voluntad de Dios, hasta puede ser rebelde con­tra él y despreciar abiertamente su ley.

Pablo desea enfatizar que, aparte de Cristo, es imposible guardar la ley de Dios. Una y otra vez Pablo vuelve a este tema: no importa cuánto uno trate, sin Cristo no se puede obedecer la ley.

El propósito de Pablo era persuadir a los judíos de que ellos nece­sitaban más que su Torah (ley). Por su conducta mostraban que, a pesar de tener la revelación divina, eran culpables de los mismos pecados que tenían los gentiles (Romanos 2). Ellos necesitaban al Mesías. Sin él, serían esclavos del pecado, incapaces de escapar de su dominio.

Esta era la respuesta de Pablo a los judíos que no podían compren­der por qué lo que Dios les había dado en el Antiguo Testamento ya no era suficiente para la salvación. Pablo admitía que lo que ellos hacían era bueno, pero también necesitaban aceptar al Mesías que ahora ya había venido.

Considera tus últimas 24 horas. ¿Fueron tus acciones del Espíritu o de la carne? ¿Qué te dice tu respuesta acerca de ti mismo? Si fueron de la carne, ¿qué cambios debes hacer y cómo puedes hacerlos?



Miércoles 25 de agosto

EL ESPÍRITU EN NOSOTROS

Pablo sigue su tema, contrastando las dos posibilidades que afronta la gente en cuanto a cómo viven: ya sea de acuerdo con el Espíritu, es decir, el Espíritu Santo de Dios, que se nos promete; o de acuerdo con su naturaleza carnal y pecaminosa. Un camino conduce a la vida eterna; el otro, a la muerte eterna. No hay terreno intermedio neutral. O como lo dijo Jesús: “El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama” (Mateo 12:30). Es difícil ser más claro; o es blanco o es negro.

Lee Romanos 8:9 al 14. ¿Qué se promete a los que se entregan a Cristo?

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La vida “en la carne” se contrasta con la vida “en el Espíritu”. La vida “en el Espíritu” es controlada por el Espíritu Santo. Aquí es llamado el Espíritu de Cristo, tal vez en el mismo sentido en que es un representante de Cristo y, por medio de él, Cristo mora en el creyente (versículos 9, 10).

En estos versículos, Pablo regresa a la figura de Romanos 6:1 al 11. En forma figurada, en el bautismo “el cuerpo de pecado”, o sea el cuerpo que sirve al pecado, es destruido. El “viejo hombre fue crucificado jun­tamente con él” (versículo 6). Pero, en el bautismo, no solo hay una sepultu­ra sino también una resurrección, de modo que la persona bautizada se levanta para caminar en una vida nueva. Esto significa matar al viejo yo, una elección que tenemos que renovar día tras día. Dios no destruye la libertad humana. Aun después de que el viejo hombre de pecado es des­truido, todavía es posible pecar. A los Colosenses, Pablo escribió: “Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros” (Colosenses 3:5).

Así, después de la conversión habrá todavía una lucha contra el pe­cado. La diferencia es que la persona en quien mora el Espíritu ahora tiene el poder divino para la victoria. Además, por cuanto la persona ha sido tan milagrosamente liberada del amo de pecado que la esclavizaba, ahora está obligada a no servir más al pecado.


Medita en esta idea: que el Espíritu de Dios, que levantó a Jesús de la muerte, es el mismo que mora en nosotros si se lo permitimos. ¡Piensa acerca del poder que hay allí para nosotros! ¿Qué nos impide beneficiarnos con él como deberíamos?



Jueves 26 de agosto

ADOPCIÓN VERSUS ESCLAVITUD

¿De qué modo describe Pablo la nueva relación en Cristo? Romanos 8:15. ¿Qué esperanza se encuentra para nosotros en esta promesa? ¿Cómo podemos hacerla real en nuestras vidas?

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La nueva relación se describe como libertad del temor. Un esclavo está en servidumbre. Vive en un estado de constante temor de su amo. No ganará nada por sus largos años de servicio.

No ocurre lo mismo con el que acepta a Jesucristo. Primero, la perso­na rinde un servicio voluntario. Segundo, sirve sin temor porque “el per­fecto amor echa fuera el temor” (1 Juan 4:18). Tercero, adoptado como hijo, llega a ser heredero de una herencia de valor infinito.

El espíritu de servidumbre se engendra cuando se procura vivir de acuerdo con una religión legal, mediante esfuerzos para cumplir las de­mandas de la ley por nuestras propias fuerzas. Solo hay esperanza para nosotros cuando nos ponemos bajo el pacto hecho con Abraham, que es el pacto de gracia por la fe en Cristo Jesús” (Comentarios de Elena G. de White, Comentario bíblico adventista, tomo 6, p. 1077).

¿Qué nos da la certeza de que Dios realmente nos ha aceptado como hijos? Romanos 8:16.

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El testimonio interno del Espíritu confirma nuestra aceptación. Mientras no es seguro avanzar meramente por sentimientos, los que con su mejor entendimiento siguen la luz de la Palabra escucharán una voz de autenticación interna asegurándoles que han sido aceptados como hijos de Dios.

De hecho, Romanos 8:17 nos dice que somos herederos; es decir, so­mos parte de la familia de Dios y, como herederos, como hijos, recibimos una maravillosa herencia de nuestro Padre. No la ganamos; nos es dada en virtud de nuestra nueva condición en Dios, una condición otorgada a nosotros por medio de su gracia, que ha sido puesta a nuestra disposición por causa de la muerte de Jesús en nuestro favor.


¿Cuán cerca estás tú del Señor? ¿Lo conoces realmente o solo sabes acerca de él? ¿Qué cambios debes hacer en tu vida a fin de tener un caminar más próximo con tu Creador y Redentor? ¿Qué te retiene y por qué?


Viernes 27 de agosto

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: Lee “La verdad progresa en Inglaterra”, El conflicto de los siglos, pp. 295-298; “El bautismo”, “En Capernaúm” y “No se turbe vuestro corazón”, El Deseado de todas las gentes, pp. 87, 88; 217-221; 624, 625; “Un poder que transforma y eleva”, Palabras de vida del gran Maestro, pp. 68-70; y “El que lleva nuestras cargas”, Joyas de los testimonios, tomo 3, pp. 233, 234.

El plan de salvación no ofrece a los creyentes una vida libre de su­frimientos y pruebas antes de llegar al reino; por el contrario, les pide que sigan a Cristo en la misma senda de abnegación y vituperio. [...] Pero por medio de estas pruebas y persecuciones el carácter de Cristo se reprodu­ce y revela en su pueblo. [...] Nuestra participación en los sufrimientos de Cristo nos educa y disciplina, y nos prepara para compartir la gloria del mundo venidero” (Comentario bíblico adventista, tomo 6, p. 565).

La cadena que se ha hecho descender del trono de Dios es suficien­temente larga como para alcanzar a las mayores profundidades. Cristo puede sacar a los pecadores más empedernidos del abismo de la degrada­ción, y colocarlos donde se los reconocerá como hijos de Dios y herede­ros con Cristo de la herencia inmortal” (Testimonios para la iglesia, tomo 7, p. 217).

Uno, honrado por todo el cielo, vino a este mundo para estar en la naturaleza humana a la cabeza de la humanidad, para testificar ante los ángeles caídos y ante los habitantes de los mundos no caídos que, me­diante la ayuda divina que ha sido provista, todos pueden caminar por la senda de la obediencia a los mandamientos de Dios. [...]

Nadie está forzado a ser esclavizado por Satanás. Cristo está ante nosotros como nuestro todopoderoso ayudador” (Mensajes selectos, tomo 1, pp. 363, 364).


PREGUNTAS PARA DIALOGAR:

  1. Lee otra vez las citas copiadas arriba. ¿Qué esperanza nos dan? ¿Qué podemos hacer para que estas promesas de victoria sean reales en nuestras vidas?

  2. Menciona algunas formas prácticas, diarias, en que puedes “pensar [...] en las cosas del Espíritu” (Romanos 8:5) ¿Qué desea el Espíritu? ¿Qué miras, lees o piensas que te hace difícil alcanzar esto en tu vida?

  3. Medita en la idea de que estamos de un lado o del otro en la gran controversia, y que no hay terreno neutral entre ellos. ¿Cuáles son las implicaciones de este hecho? ¿De qué modo el darte cuenta de esta ver­dad impacta la manera en que vives y las elecciones que haces, aun en las cosas “pequeñas”?