julio 10, 2010

Escuela Sabatica. Leccion 3, Tercer Trimestre 2010, "Todos hemos Pecado"

Lección 03: para Julio 17

"Todos hemos Pecado"

Sábado 10º de Julio

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Romanos 1:16, 17, 22-32; 2:1-10, 17-23; 3.1, 2, 10-18, 23

PARA MEMORIZAR:

Todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23).

SI UNA PERSONA NO RECONOCE que es pecadora, no sentirá nin­guna necesidad de justificación (la declaración de Dios de que un peca­dor es justo delante de sus ojos). Para Pablo, el primer paso en la justifica­ción es que la persona reconozca que es pecadora, y está sin esperanza y desvalida. Al plantear esto, Pablo presenta primero la gran depravación de los gentiles. Ellos cayeron por eliminar a Dios de sus mentes. Pablo luego muestra que los judíos también están mal, ya que ninguno puede salvarse por sus buenas obras.

Elena de White dice: “Nadie adopte la posición limitada y estrecha de que algunas de las obras del hombre pueden ayudar en lo más ínfimo a liquidar la deuda de su transgresión. Este es un engaño fatal. Si deseáis entender esto, debéis [...] estudiar la expiación con corazón humilde.

Este tema se comprende en forma tan confusa que miles y más mi­les que pretenden ser hijos de Dios son hijos del maligno, porque quieren depender de sus propias obras. Dios siempre demanda buenas obras, la ley las demanda; pero como el hombre entró en pecado, donde sus obras no tenían valor, solo puede valer la justicia de Cristo” (“Comentarios de Elena G. de White”, Comentario bíblico adventista, tomo 6, p. 1071).


Domingo 11 de julio

NO AVERGONZADO DEL EVANGELIO

Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá” (Romanos 1:16, 17). ¿Qué te dicen estos versículos? ¿Cómo has experimentado las promesas y la esperanza que se encuentran en ellos?

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En este pasaje aparecen varias palabras clave:

1. Evangelio. Es la traducción de una palabra griega que significa lite­ralmente “buen mensaje” o “buenas noticias”. Por sí sola, la palabra puede referirse a cualquier buen mensaje; pero modificada, como lo está aquí, por la frase “de Cristo”, significa “la buena noticia acerca del Mesías”. (Cristo es la transliteración de la palabra griega que significa “Mesías”). La buena noticia es que el Mesías vino y los hombres pueden salvarse si creen en él. En Jesús y en su perfecta justicia –y no en nosotros mismos o siquiera en la ley de Dios– podemos encontrar salvación.

2. Justicia. Se refiere a la cualidad de ser “justos” para con Dios. En Romanos se desarrolla un significado especializado de esta palabra, que veremos más adelante. Debería señalarse que en Romanos 1:17 la palabra está calificada por la frase “de Dios”. Es la justicia que viene de Dios, una justicia que Dios mismo ha provisto. Como veremos, esta es la única jus­ticia suficientemente buena para traernos la promesa de la vida eterna.

3. Fe. En griego, las palabras traducidas como creer y fe en este pasaje son las formas verbal y sustantiva de la misma palabra: pistéuo (creer), pístis (creencia o fe). El significado de la fe en relación con la salvación se desarrollará a medida que avancemos en el estudio de Romanos.

¿Luchas alguna vez con la duda? ¿Tienes momentos en que cuestio­nas si eres salvo o aun si puedes ser salvo? ¿De dónde te vienen estos temores? ¿En qué se basan? ¿Podrían estar basados en la realidad? Es decir, ¿podrías estar viviendo un estilo de vida que niegue tu profe­sión de fe? Si es así, ¿qué elecciones tienes que hacer a fin de tener la certeza y las promesas que son tuyas en Jesús?



Lunes 12 de julio

LA CONDICIÓN HUMANA

Lee Romanos 3:23. ¿Por qué este mensaje es tan fácil de creer hoy para nosotros como cristianos? Al mismo tiempo, ¿por qué algunas per­sonas cuestionan la veracidad de este texto?

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Sorprende que algunas personas desafíen esta idea de la pecamino­sidad humana, alegando que la gente es básicamente buena. El problema surge de una falta de comprensión de lo que es la verdadera bondad. La gente se compara con alguna otra persona y se siente bien consigo misma. Aun el gánster Al Capone era bueno comparado con Adolfo Hitler. Sin embargo, si nos comparáramos con Dios, su santidad y su justicia, cada uno de nosotros saldría con un abrumador sentido de aborrecimiento y disgusto propio.

El versículo también habla acerca de “la gloria de Dios”. La frase ha sido interpretada de diversas maneras. Tal vez la interpretación más sencilla es dar a la frase el significado que tiene en 1 Corintios 11:7: “Pues él [el hombre] es imagen y gloria de Dios”. En griego, la palabra “gloria” puede considerarse aproximadamente equivalente a la palabra “imagen”. El pecado ha arruinado la imagen de Dios en el hombre. El hombre pe­cador no refleja la imagen o la gloria de Dios.

Lee Romanos 3:10 al 18. ¿Ha cambiado alguna cosa en nuestros días? ¿Cuál de estas descripciones se aplica mejor a ti? o ¿a qué te pare­cerías si no fuera por Cristo en tu vida?

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Aunque somos malos, nuestra situación no es desesperada. El pri­mer paso es que reconozcamos nuestra total pecaminosidad y nuestra impotencia para hacer nada acerca de ello. El Espíritu Santo produce en nosotros tal convicción. Si el pecador no se resiste, el Espíritu lo guiará a echar de sí la máscara de autodefensa, fingimiento y justificación propia, y a arrojarse a los pies de Cristo, rogándole su misericordia: “Dios, sé pro­picio a mí, pecador” (Lucas 18:13).

¿Cuándo fue la última vez que te miraste seriamente: tus motivos, tus actos y tus sentimientos? Esto puede ser una experiencia muy estresante, ¿verdad? ¿Cuál es tu única esperanza?



Martes 13 de julio

DEL SIGLO I AL SIGLO XXI

A comienzos del siglo XX, la gente vivía con la idea de que la hu­manidad estaba mejorando, que la moralidad aumentaría, y que la ciencia y la tecnología ayudarían a introducir una utopía. Se creía que los seres humanos estaban en el sendero hacia la perfección; es decir, por medio de la clase correcta de educación y la enseñanza moral, los seres humanos se mejorarían grandemente a sí mismos y a su sociedad. Todo esto se supo­nía que comenzaría a ocurrir, en masa, al entrar en el maravilloso nuevo mundo del siglo XX.

Desdichadamente, las cosas no resultaron de ese modo, ¿verdad? El siglo XX fue uno de los más violentos y bárbaros de toda la historia, en gran parte gracias –muy irónicamente– a los adelantos de la ciencia, que hicieron mucho más posible que la gente se matara en una escala que los locos más depravados del pasado solo podrían haber soñado.

¿Cuál era el problema?

Lee Romanos 1:22 al 32. ¿De qué maneras vemos que las cosas allí escritas en el primer siglo se manifiestan hoy en el siglo XXI?

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Cuando la humanidad perdió de vista a Dios, se abrieron las com­puertas del pecado, el error y la degradación. Hoy, cada uno de nosotros está viviendo las consecuencias de ese problema. De hecho, a menos que momento tras momento nos entreguemos a Dios, también llegaremos a ser parte del problema.


Concéntrate específicamente en Romanos 1:22 y 23. ¿De qué modo vemos manifestarse hoy este principio? Al rechazar a Dios, ¿qué han llegado a adorar e idolatrar los seres humanos en nuestro siglo? Al hacerlo, ¿cómo han llegado a ser necios? Lleva tu respuesta a la clase el sábado.



Miércoles 14 de julio

JUDÍOS Y GENTILES JUNTOS

En Romanos 1, Pablo se refería específicamente a los pecados de los gentiles, los paganos, que habían perdido de vista a Dios hacía mucho tiempo y habían caído en las prácticas más degradantes.

Pero no iba a pasar por alto a su propio pueblo. Ellos habían recibido ventajas (Romanos 3:1, 2), pero también eran pecadores, condenados por la Ley de Dios, y necesitaban la gracia salvadora de Cristo. Los judíos y los gentiles eran iguales en el sentido de que ambos pueblos eran pecadores, habían violado la ley de Dios, y necesitaban la gracia divina para la salvación.

Lee Romanos 2:1 al 3, y 17 al 24. ¿Contra qué cosa advierte Pablo aquí? ¿Qué mensaje debemos recibir todos, judíos y gentiles, de esta advertencia?

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No se estimen mejores que los demás ni se erijan en sus jueces. Ya que no pueden discernir los motivos, no pueden juzgar a otro. Si lo critican, están emitiendo una sentencia sobre vuestro propio caso; por­que demuestran ser partícipes con Satanás, el acusador de los hermanos” (El Deseado de todas las gentes, pp. 280, 281).

Es muy fácil ver y señalar los pecados en otros. Pero ¡cuán a menudo somos culpables de la misma clase de pecados que ellos, o aún peores! El problema es que somos ciegos hacia nosotros mismos, o nos sentimos mejor mirando cuán malos son los demás en contraste con nosotros mis­mos.

Pablo no acepta eso. Él advierte a sus conciudadanos que no sean rápidos para juzgar a los gentiles, porque ellos, los judíos –aun como el pueblo elegido– son pecadores, en algunos casos más culpables que los paganos que ellos condenan porque, como judíos, han recibido más luz que los gentiles.

Lo que Pablo destaca es que ninguno de nosotros es justo, ni alcanza la norma divina, ni es intrínsecamente bueno o inherentemente santo. Ju­díos y gentiles, hombres y mujeres, ricos y pobres, los temerosos de Dios y los que rechazan a Dios, todos somos condenados; y si no fuera por la gracia de Dios, no habría esperanza para ninguno de nosotros.


¿Cuán grande es tu hipocresía? Es decir, ¿cuán a menudo, aunque sea solo en tu propia mente, condenas a otros por cosas de las que tú mismo eres culpable? ¿De qué manera podrías cambiar siguiendo lo que Pablo escribió aquí?



Jueves 15 de julio

ARREPENTIMIENTO

Un niño de cinco años empujó a su hermanita, y los padres le hicie­ron pedir perdón. Él no quería hacerlo, y sin nada de sinceridad y con los ojos en el suelo, apenas murmuró: “Lo lamento”. Realmente, no parecía un verdadero arrepentimiento.

Recordando esta historia, lee lo siguiente: “¿O menosprecias las ri­quezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?” (Romanos 2:4). ¿Qué mensaje hay aquí para nosotros?

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Deberíamos notar que la bondad de Dios guía, no obliga, a los pe­cadores al arrepentimiento. Dios no usa la coerción. Él es infinitamente paciente y procura atraer a todos los hombres con su amor. Un arrepen­timiento forzado destruiría todo el propósito del arrepentimiento, ¿ver­dad? Si Dios forzara el arrepentimiento, entonces se salvarían todos, pues ¿por qué razón forzaría a algunos a arrepentirse y a otros no?

¿Qué sucede a quienes resisten al amor de Dios, rehúsan arrepen­tirse y permanecen en la desobediencia? Romanos 2:5-10.

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En estos versículos, y con frecuencia a través del libro de Romanos, Pablo enfatiza el lugar de las buenas obras. No debe entenderse que la justificación por fe, sin las obras de la ley, indica que las obras no tienen lugar en la vida cristiana. Por ejemplo, en el versículo 7, se describe la salvación que viene a los que la buscan “perseverando en bien hacer”. Aunque el esfuerzo humano no puede traer la salvación, es parte de la experiencia entera de la salvación. Es difícil ver cómo alguno puede leer la Biblia y salir con la idea de que las obras y los actos no importan para nada. El verdadero arrepentimiento, esa clase que se produce desde el corazón, siempre será seguido por una decisión de vencer y dejar a un lado las cosas de las que necesitamos arrepentirnos.


¿Cuán a menudo tienes una actitud de arrepentimiento? ¿Es sincero o tiendes a pasar por alto tus faltas, limitaciones y pecados? Si es lo último, ¿cómo puedes cambiar? ¿Por qué debes cambiar?



Viernes 16 de julio

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: Lee Palabras de vida del gran Maestro, pp. 233-237; “La más urgente necesidad del hombre”, El camino a Cristo, pp. 15-20; “Hablemos bien de los demás”, El ministerio de curación, pp. 392-394; y Joyas de los testimonios, t. 2, pp. 35, 36.

Muchos están engañados acerca de la condición de su corazón. No comprenden que el corazón natural es engañoso más que todas las cosas y desesperadamente impío. Se envuelven con su propia justicia y están sa­tisfechos con alcanzar su propia norma humana de carácter. Sin embargo, cuán fatalmente fracasan cuando no alcanzan la norma divina y, por sí mis­mos, no pueden hacer frente a los requerimientos de Dios” (Mensajes selectos, tomo 1, p. 376).

Se me ha presentado un horrible cuadro de la condición del mundo. La inmoralidad cunde por doquiera. La disolución es el pecado caracte­rístico de esta era. Nunca alzó el vicio su deforme cabeza con tanta osadía como ahora. La gente parece aturdida, y los amantes de la virtud y de la verdadera bondad casi se desalientan por esta osadía, fuerza y predomi­nio del vicio. La iniquidad prevaleciente no es del dominio exclusivo del incrédulo y burlador. Ojalá fuese tal el caso; pero no sucede así. Muchos hombres y mujeres que profesan la religión de Cristo son culpables. Aun los que profesan esperar su aparición no están más preparados para ese suceso que Satanás mismo. No se están limpiando de toda contamina­ción. Han servido durante tanto tiempo a su concupiscencia que sus pen­samientos son, por naturaleza, impuros, y sus imaginaciones, corruptas” (Joyas de los testimonios, tomo 1, p. 253).

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:

  1. Repasen la pregunta del martes. ¿Cómo se manifiestan estos prin­cipios en la sociedad de hoy?

  2. Considera la segunda cita de Elena de White que leíste más arriba. Si te ves a ti mismo allí, ¿cuál es la solución? ¿Por qué es importante no desesperar, sino seguir reclamando las promesas de Dios: primero, la de perdón; segundo, la de limpieza? Satanás quiere que digas: “No vale la pena. Soy demasiado corrupto. Nunca podré ser salvo, así que, renuncio”. ¿Por qué no escuchas a Jesús, que dice: “Ni yo te condeno; vete, y no pe­ques más” (Juan 8:11)?

  3. ¿Por qué es tan importante para los cristianos comprender la pe­caminosidad y depravación de los seres humanos? ¿Qué sucede cuando perdemos de vista esa triste pero verdadera realidad? ¿A qué errores pue­de llevarnos esa falsa comprensión de nuestra verdadera condición?


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